Raúl Atreides: RETO LHC

Hala, mi primer reto y para superar a mi compañero, lo he escrito en 40 minutos.

Asi habrá salido…

Palabras 921

«Uhh, se podría crear un agujero negro!»

Sergio Balasaza hizo un aspaviento al público invisible de la cabina de control de experimentos del CERN. No se atrevió a poner la voz de falsete que esa voz ridiculizaba tenía en su cabeza por miedo a que alguien le oyera haciendo el tonto.
No, no se podía hacer el tonto aqui.
Estaba rodeado de 300 científicos, 500 ingenieros y todos ellos se habían despellejado los codos estudiando y estropajado las lenguas lamiendo culos para llegar aqui. Solo 300 entre los mejores del mundo podían disfrutar del privilegio de contemplar como la materia se destruía y reconstruía en un aparato que costaba más que el PIB de muchos paises.

«Cuesta tanto como una caña por persona en el mundo». Explicaba un compañero suyo a la prensa. Si, dividir 5.000 millones de euros entre 6.000 millones de humanos daba al precio más o menos de una cerveza.
El problema es que, si bien a Sergio no le importaba no tomarse unas birras en honor a la ciencia, el ochenta por ciento de esos humanos no tenía dinero para comprársela. Asi que era un poco hipócrita hacer esa comparación.

En cualquier caso, ahi estaba él. Doctorado Cum Laude en física fundamental en la Universidad Autónoma de Madrid, Máster en Oxford y cincuenta títulillos menores. Le había comido la oreja al decano hasta que pudo colarse en Ginebra y finalmente, movido hilos para conseguir colarse en el CERN.

Y todo para estar sentado en un cuarto mal ventilado mirando una pantalla con la resolución gráfica del juego de Asteroids. Y no el remake, el original.

Si, hollywood es una gran mentira. Los científicos no tienen esas pantallitas llenas de animaciones a todo color. Los astrofísicos no miran por un telescopio, y los del CERN no ven el big bang en sus pantallas. Apenas unas líneas de las trazas de las trayectorias de las partículas dentro de los inmensos detectores. como rallajos en una pizarra.
Jódete, Señor Spock.

Sergio miraba aburrido los informes de las colisiones. 200 por segundo, 200 informes a rellenar en 20 estaciones como esta, donde sus compañeros se afanaban por encontrar la traza del puto Bosón de Higgs.
No había misteriosas radiacciones, ni colores, ni zumbidos. La máquina tenía kilómetros de ancho y ellos ni estaban cerca del toroide, por cuestiones de seguridad.

Murieron varios empleados mientras se construía, como en las películas de Poltergeist. En la cantina, los físicos hacían correr rumores sobre sus fantasmas y todos se reían, pero a nadie le gustaba pasear solo por esos túneles kilométricos cuando todos dormían.
Fantasmas… fin del mundo…
Que macarbo sonaba todo para una mierda de líneas en la pantalla.

Esa era otra.
Hacía una semana, habían ido a Geneve, como la llaman todos en inglés. A celebrar el comienzo de las pruebas y a pillarse una curda. Y de paso, a ver si mojaba el churro.
Que esto de ser físico se lo habían vendido como algo de mucho sexapil, pero a la hora de la verdad, las tías siempre prefieren a un economista. Bueno, realmente nadie se lo había vendido asi, pero en los Cazafantasmas los científicos eran sexys…
¡¡Maldito fuera Ivan Reitman!!

Y en la carrera, el ochenta y cinco por ciento eran tios, el 10 restante chicas que podrían ser tios y el otro 5 tias buenas que ya estaban pilladas.
Comparativamente, en el LHC había tantas chicas como chicos, lo cual era todo un elogio a su género. Pero aún asi, sus compañeras estaban más preocupadas de su curriculum que de sus partes punendas. Y de no liarse con nadie porque se consideraba una falta de seriedad.

Total, que una panda de empollones apolillados con los testículos a reventar habían comenzado a patearse las calles de Geneve buscando alivio para su calentura.
Que error…
De primeras, los españoles acostumbrados a la jarana mediterránea se habían encontrado con una ciudad que cerraba sus calles a las 19hh. Los pocos bares que quedaban abiertos eran afterhours raros, en los cuales al saber quienes eran comenzaron a abuchearles y a gritarles en diversos idiomas que iban a destruir el mundo.

Claro, como que no tenían otra cosa mejor que hacer.
Al final, acabaron a golpes con una panda de hooligans que no parecían entender los fundamentos de la física de altas energías que intentaba explicarles su orondo colega Max Guttemberg para evitar la paliza que se le caía encima.
No, parece que los hooligans no entendían ecuaciones diferenciales.

Esa noche durmieron en el cuartelillo los que tuvieron suerte, los que no, en el hospital.

Agujeros negros, dimensiones alternativas, partículas extrañas y fluctuaciones cuánticas.
Sergio miró de nuevo el diagrama de colisiones en sus gráficos de 16 colores y deseó que la gente que rebuznaba en internet pudiera ver la «mística» de los experimentos.

Dimensiones alternativas… que bonito resultaba.

Allí al lado, a pocos kilómetros, se estaban gestando fuerzas primordiales, se reproducían las condiciones de la materia durante la creación del universo. Y él solo veía rallitas en la pantalla.

Deseó ser Kirk, Piccard, John Carter, el señor Spock, Luke Skywalker, Daniel Jackson… cualquiera de ellos tenía la vida que él deseaba. Claro que todos eran de ficción… pero es que la ciencia sin ficción era… como jugar al Asteroids.

Sergio deseó que acabara su turno de una puñetera vez para volver a su cuarto y jugar a la consola, para abrirse a un mundo mágico y lleno de aventuras. Era uno de los 300 elegidos en todo el mundo y preferiría ser un personaje irreal… se sintió deprimido. Ojalá hubiera algo misterioso y mágico en el colisionador de Hadrones. Ojalá se abriera una puerta a otro mundo… Hobbits, Jedis, Magos, Alienígenas núbiles deseando aprender qué es eso que llamamos amor, un robot respondón del futuro o un alien simpático.

Sergio soñaba mientras marcaba las trazas de las partículas. Mientras la realidad se debilitaba por el experimento del LHC y sus deseos se hacían realidad y un comando de asalto de la dimensión PI comenzaba su plan de invasión, colonización, hamburgerización y sodomía con la raza humana. Empezando por Sergio. En orden aleatorio.

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